Por: Erika Warnholtz Cintora
Alumna de la Maestría en Desarrollo Humano
En estos días celebraremos en México la tradicional fiesta del Día de Muertos, fiesta que nos lleva a buscar un acercamiento con nuestros seres queridos fallecidos a través de sus comidas favoritas, los altares en su honor, la música, las visitas a los panteones y una serie de hermosos rituales llenos de colorido, cultura, folklore y tradiciones. Dicen que los mexicanos festejamos todo porque somos alegres y que nos reímos, cantamos y bailamos con la muerte, es verdad, lo hacemos, sin embargo, también es verdad que vivimos el dolor como cualquier otro habitante del planeta, porque la sensación de pérdida, sufrida cuando alguien cercano se va, es universal, no tiene nacionalidad, raza ni color de piel.
¿Qué pasa cuándo vivimos de cerca la experiencia de la muerte? Muchas veces creemos que nadie entiende lo que sentimos, que la tristeza no se va a ir nunca, estamos muy enojados con todos y no sabemos por qué, otras veces, tendemos a reprimir o esconder el sentimiento por la creencia de que debemos estar bien o ser siempre fuertes para los demás. Es importante saber que el dolor por una pérdida, si bien es una experiencia particular, se vive dentro de un proceso observado y estudiado que lleva varias etapas.
Estos días de flores de Cempasúchil y catrinas me encantan por su profundo significado, me hacen recordar con cariño y alegría a los que se han ido, mi abuela materna que fue como una madre para mí, mis padres, mi esposo y mi hijo menor por decir los más cercanos, ya no hay tristeza en sus recuerdos, lo que queda son anécdotas que vienen a las conversaciones familiares de vez en vez, pensamientos que aparecen sin ser llamados y que sacan una sonrisa en medio del día o de la noche, gratitud por su presencia y acompañamiento en la parte del camino que les tocó compartir, y, lo que los lleva a trascender, aquello que no se nota tanto, pero que queda plasmado para siempre, como los gestos aprendidos e imitados, formas de resolver cuestiones cotidianas, maneras de hacer las cosas, la sensación de amor que permanece. Lo positivo de ellos que espero nunca se me olvide y también las cosas negativas que dejaron huella y se tienen que trabajar. Lo más importante es que el duelo superado, convertido en aceptación, permite seguir adelante, recordándolos ya sea con alegría o con paz y tranquilidad.
La pérdida por la muerte de un ser querido es la más significativa e irreversible, sin embargo, no es la única que padecemos. Pérdida es la ausencia de algo que se tenía, cuando se dispone de algo, tangible, intangible o emocional y por alguna razón ya no se tiene. Duelo es la respuesta psicológica (sentimiento-pensamiento) que se presenta ante una pérdida. Es subjetivo y depende de las estructuras mentales de quien lo vive. Todo duelo lleva un proceso, eso significa que tiene movimiento, va cambiando y tiene múltiples posibilidades de expresión. El luto es la manifestación externa del duelo y se vive diferente dependiendo de las costumbres y lugares. Pueden ser rituales, códigos de vestimenta, Misas y ceremonias religiosas, moños negros, etc.
La segunda pérdida más fuerte en orden de importancia que vive el ser humano es la pérdida de la libertad en el caso de los presos, secuestrados y esclavizaciones. Las demás varían en orden de importancia y pueden ser: Cuando se pierde una persona por ruptura de relación amorosa o divorcio, una mascota, una casa y sus recuerdos cuando se deja por una mudanza, amigos que se dejan de ver, un trabajo después de un despido o renuncia, se pierde la salud cuando aparece una enfermedad, hay discapacidad por accidente o una amputación de un miembro del cuerpo, hay también pérdidas económicas y de bienes materiales por diferentes razones, pérdida de arraigo en el caso de viajes muy largos, exilios, migraciones o mudanzas al extranjero, hay pérdidas menores como cambios de hábitos y formas de vida, etc. En general, la forma en que aprendemos a manejar las pérdidas pequeñas, va a sembrar la pauta de cómo manejaremos las más grandes, por eso es importante enseñar a los niños a manejar en forma positiva sus procesos de duelo. Influye en la forma de manejar los duelos, la personalidad y el carácter de la persona, la educación, la cultura, la religión y de forma relevante la red de apoyo familiar, social y de amistades, las relaciones interpersonales muchas veces son las que ayudan a sanar.
Me invitaron a escribir este artículo porque mi proyecto de investigación de la Maestría en Desarrollo Humano se trata de la resiliencia en padres de niños con discapacidad. La discapacidad de un hijo también implica una pérdida y, por lo tanto, un duelo, de esta forma entra al caso el tema del proceso de duelo del que vamos a hablar en seguida.
ETAPAS DEL PROCESO DE DUELO
Kaplan, reconocido psiquiatra, apunta a cuatro etapas que son:
- Aturdimiento y perplejidad. Puede durar horas o hasta unos días, la persona tiene la sensación de estar embotado, aturdido o con una especie de anestesia sensorial, cree que no siente nada. No hay capacidad de procesar información.
- Añoranza y Búsqueda. Puede durar varios meses, usualmente hay llanto incontrolado, alteraciones de sueño, cólera ante los supuestos responsables del hecho, frustración y enojo.
- Desorganización y Desesperanza. La persona se enfrenta de lleno en la realidad, puede durar un año o poco más. Se intelectualiza la pérdida, se siente como una derrota, hay gran abatimiento y agotamiento. Son frecuentes las pérdidas de peso, alteraciones de sueño, fatiga, sentimientos de culpa, de minusvalía, agresión. Se empieza a reconocer la necesidad de adaptarse al hecho. Hay riesgo de caer en adicciones, la aparición de enfermedades o el agravamiento de las existentes.
- Reorganización. Tiene lugar luego de uno a tres años, la persona retoma su camino de vida, asume la pérdida y se adapta a ella. Se reinventa la energía emocional.
Para la doctora Elizabeth Kubler Ross, madre de la tanatología, las etapas del proceso de duelo son:
- Negación. Como mecanismo de defensa, inconscientemente la persona busca que su pérdida sea un error, se niega a creerlo.
- Ira o Enojo. Hay rebelión contra la realidad, el mundo le cae gordo, hay intolerancia, surge la pregunta ¿por qué yo? Se buscan culpables.
- Pacto o Negociación. Se acepta la realidad, pero se inicia la negociación con Dios o con el tiempo, promesas, acuerdos.
- Depresión. Aparece el dolor, la tristeza, el llanto descontrolado, hay una caída de energía y de ánimo.
- Aceptación. Se van resolviendo varios procesos, se deja de luchar contra la pérdida y se reorganiza una nueva vida.
TIPS PARA SOBRELLEVAR UN DUELO
Jorge Bucay, en su libro El Camino de las Lágrimas, habla de cómo sobrevivir un proceso de duelo, cosas que podemos hacer en la vida cotidiana y que son:
- Permitirse estar de duelo, no hacernos los fuertes ni querer disimular que no es tan importante, muchas veces hacemos esto para proteger a la familia de preocuparse por nosotros, o por apoyar a los demás olvidándonos de nuestro propio sentir.
- No reprimir las emociones, no olvidemos que salen tarde o temprano, se somatizan, cambian el humor o el carácter, nos hacen menos funcionales, etc. Es muy sano llorar el duelo y es mejor poder expresar lo que sentimos, al menos con una persona a la que le tengamos confianza.
- No tener miedo de volverse loco, a veces es tanto el dolor, el enojo o la tristeza, que pareciera que durarán para siempre porque nos sentimos trastornados. Debemos ser amables con nosotros mismos, tenernos paciencia, dejarnos sentir y querernos mucho.
- Aplazar decisiones importantes, ya que no tenemos la misma capacidad de concentración ni las mismas facultades para resolver problemas en esos momentos.
- Darse tiempo para descansar, ya que la tristeza necesita reposo y retraimiento, al mismo tiempo no descuidar la salud, comer bien, no fumar ni beber en exceso, tratar de dormir, y poco a poco tener espacios de esparcimiento o cosas que nos alegren y entretengan.
- No temer pedir ayuda, y ser paciente con los cercanos que también están sufriendo el mismo duelo. A veces las personas que nos quieren tratan de ayudarnos sin saber cómo hacerlo, ser pacientes también con ellos.
- Confiar en nuestros recursos para salir adelante, tenemos herramientas de las que podemos tomar mano, como distractores que nos den alegría, el trabajo, la familia, nuestra manera de procesar otros momentos difíciles en la vida, etc. Si no es así, pedir ayuda.
- Tener claro que elaborar la pérdida no es olvidar, de hecho, ni se puede ni es sano olvidar, es ir aprendiendo a vivir de nuevo, sin aquello que perdimos, y que pueden ser las expectativas que teníamos. Buscar la manera positiva de seguir adelante.
- Hay que centrarse en la vida y en los seres queridos que siguen con nosotros. Es mejor ocuparse porque así el dolor disminuye con la sensación de responsabilidad y ayuda.
- Mantener la fe y la confianza en Dios, o volver a ella si la habíamos sentido perdida, porque esto nos ayudará a aceptar lo irreversible de la pérdida.
- Estar atentos a las oportunidades y cosas buenas que se nos presenten, Siempre hay cosas buenas alrededor de cualquier situación, a veces es un talento poder verlas.
La doctora Elizabeth Kubler Ross dedicó la mayor parte de su vida al acompañamiento de pacientes terminales, nace la tanatología, observando de cerca el proceso de la muerte, sus semejanzas y diferencias en los pacientes, así como las reacciones de los familiares. La doctora Kubler documenta los miles de casos y habla de la importancia de hablar al paciente con la verdad, acompañarlo en el proceso, ayudarlo a manejar sus miedos y emociones en paralelo con la familia que vive el proceso desde el dolor de la próxima pérdida.
Tenemos entonces que la tanatología es la disciplina encargada de encontrar sentido al proceso de la muerte. Su objetivo principal está centrado en proporcionar calidad de vida al enfermo terminal, buscando que sus últimos días transcurran de la mejor forma posible, fomentando el equilibrio de y entre los familiares. Además, se ocupa de todos los duelos derivados de pérdidas significativas que no tienen que ver con la muerte ni con los enfermos moribundos.
La intervención tanatológica se aplica en personas de la tercera edad, pacientes terminales, personas que han perdido la salud o cualquier otra pérdida significativa, así como a las familias de éstos. Se da directamente a la persona, o a los familiares, y se puede dar también a través de grupos de apoyo donde un tanatólogo o psicoterapeuta dirija la terapia de grupo. También se aplica en una situación de crisis que se presente sorpresivamente en cualquier lugar y donde el tanatólogo u otra persona preparada pueda intervenir oportunamente.
Durante la intervención tanatológica:
- Se hace al paciente o a la persona interesada consciente de su proceso.
- Se trabajan las etapas de elaboración del mismo.
- Se identifica la etapa en la que está.
- Se trabajan las emociones y sentimientos.
- Se trabaja con empatía y calidez para que la persona se sienta escuchada y comprendida.
BIBLIOGRAFIA
Rojas Posada Santiago. “El Manejo del duelo” Edit. Grupo Norma. México. 2006.
Kubler Ross Elizabeth. “Sobre la Muerte y los Moribundos” Grupo editorial Penguin Random House. México 2015.
Bucay Jorge. “El Camino de las Lágrimas”. Edit Oceano. México. 2018.
Apuntes de Diplomado de Tanatología. Universidad Pontificia de México. 2017.