Con frecuencia las personas solemos decir: “No he dormido bien porque estoy estresada”. Lo hacemos tan constantemente que ha comenzado a sonar normal y creemos que es algo pasajero que va y viene al igual que los problemas de la vida diaria.

Comencemos por entender que el estrés se define como una sensación de agobio, preocupación y agotamiento. Es una experiencia emocional molesta que viene acompañada de cambios bioquímicos, fisiológicos y conductuales predecibles.

Aunque podemos aceptar que un poco de estrés es normal, sobretodo cuando se presentan situaciones que nos producen todo tipo de emociones como un viaje o un examen final, una cantidad excesiva puede tener consecuencias sobre la salud y afectar adversamente el sistema inmunitario, cardiovascular, neuroendocrino y nervioso central.

De acuerdo a la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), algunos estudios apuntan a que el manejo inadecuado del estrés crónico, como refugiarse en la comida chatarra para sentirse mejor, ha contribuido a la creciente epidemia de obesidad.

Incluso, aseguran que quienes padecen enfermedades relacionadas con el estrés como la ansiedad y la depresión, tienen un 30% más de probabilidades de sufrir enfermedades cardiacas, además de sentirse más inclinadas al uso y abuso de sustancias nocivas para la salud. 

¿Cómo identificar el estrés?

Aunque el diagnóstico forzosamente es tarea de un psicólogo o terapeuta, hay ciertos factores íntimamente ligados con este tipo de padecimiento y que nos pueden poner en estado de alerta:

  • Insomnio: De acuerdo a la APA, más del 40 por ciento de los adultos en Estados Unidos dicen que el estrés no les permite conciliar el sueño a pesar de no existir distractores cerca como la televisión o el celular. Esto les afecta gravemente en su rendimiento laboral, estado de ánimo y desempeño en general. 
  • Dolores de cabeza, gastritis o colitis: Si el estrés se ha extendido de tu mente a otras partes del cuerpo, debes de atenderlo a la brevedad. Ninguna enfermedad por más chica e inofensiva que parezca, debe ser ignorada. 
  • Refugio en el alcohol, tabaco o drogas: Sueles escapar de la rutina mediante un tipo de adicción y aunque intentas dejarlo, sientes que es tu medicina y te hace falta.
  • Te sientes solo: ¿Crees que no hay nadie que te apoye incondicionalmente?¿Cuándo tienes un problema no sabes con quién desahogarte? Tener un soporte emocional hace la diferencia para personas con este tipo de trastorno o padecimiento. 
  • No haces ejercicio: La actividad física aumenta la producción de endorfinas, una sustancia que provoca una sensación de bienestar. Son un tipo de neurotransmisor del cerebro que ayudan en el tratamiento de modalidades leves de depresión y ansiedad. Comienza con unos pasos al día y verás como el aire fresco te hará sentir más relajado. 
  • Despiertas angustiado: Si lo primero que piensas al despertar es en algún problema, tu mente ha caído en una cárcel de la que es urgente salir. 

El estrés es un padecimiento que no se debe tomar a la ligera, ya que no es normal pasar las noches en vela tratando de conciliar el sueño y estar todo el día en el trabajo o escuela deseando estar en casa para dormir un poco.

Tu salud corre un grave peligro, ya que es como una bacteria o virus que lo invade todo y lo deteriora poco a poco o de golpe. Apóyate con un terapeuta de confianza o toma algún diplomado o curso de humanidades que te enseñe cómo ayudarte a ti mismo y después a los demás. 

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